Las grandes empresas viven del estado, ahora les toca devolver.
Modelo neoliberal
Si recordamos hace apenas unos años, la Argentina comenzaba a atravesar una de sus nuevas crisis, marcada por altos índices de inflación, pérdida de poder adquisitivo, aumento de servicios, etc. El gobierno anterior decidió que la crisis debía ser financiada mayoritariamente por la sociedad y se tomó una deuda que a menos de dos años después fue declarada insostenible.
Las cosas nunca son tan simples, pero se puede explicar así: tomamos deuda en dólares de una entidad extranjera; para pagar los intereses de esa deuda tiene que haber ajustes fiscales; ajustes que se traducen en aumentos de servicios por la quita de subsidios, pero también por desregulación del estado; precarización laboral y reformas de cálculos de haberes. Todo eso sucedió, casi de manual. ¿Por qué? Porque de algún lado tiene que salir el dinero.
En el medio, se favoreció a las grandes empresas. Aquí hay que saber diferenciar entre grandes empresas y PYMES. No son lo mismo, por más de que las perversas estrategias de marketing quieran establecer esa identificación a través de la figura del empleador. De hecho, durante la anterior gestión de crisis se fundieron más de 25.000 pequeñas y medianas empresas, mientras que los pocos rubros que reportaron ganancias durante los últimos dos años se corresponden a grandes capitales: bancos y empresas de energía.
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¿Cómo se favorece a una gran empresa y no a una PYME? Retirando el control estatal de las condiciones laborales para que se pueda despedir. Articulando créditos a tasas usureras para las PYME, pero graciosas para los grandes capitales (¡Vicentin!). Permitiendo el blanqueo de capitales. Permitiendo la fuga de capitales. Retirando el control del estado en los precios de los servicios. Así es como las energéticas reportaron ganancias de casi el 1000% en dos años sin aumento de producción y con caída de demanda, sólo aumentando los precios. Desgravando actividades para que, por ejemplo, MercadoLibre, una multinacional, no pague tantos impuestos.
Aquí está el fracaso de la gestión de crisis anterior. Si decidiéramos no pensar con mala fe y creer que todo esto intencionalmente para el beneficio de unos pocos, diríamos que se benefició a los grandes capitales con la esperanza de que eso volviera en más trabajo o inversiones que ayudaran a repuntar la situación económica. En vez de eso, les resultaba mucho más rentable comprar bonos del estado argentino que pagaban cifras históricas y fugar la plata.
A menos de un año, los resultados parecen poco discutibles.
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Modelo de bienestar
No alcanzamos a salir de una crisis que ya estamos en otra peor. De vuelta se presenta el mismo interrogante: ¿de dónde sale la plata? Antes de esa pregunta hay otra más fundamental: ¿qué hace el estado en medio de una crisis? Por eso es una cuestión de política.
El actual gobierno decidió que el estado debe hacerse presente a través de la asistencia y privilegiando la salud de los más vulnerables. A partir de ese eje se ordenan los demás. Es decir, hay una decisión manifiesta de que la crisis no continúe acrecentando la desigualdad, que es el resultado social al que conducen las políticas de desregulación.
Ahora sí: ¿de dónde sale la plata? Primero, el gobierno aumenta la base monetaria a través de la emisión. Eso tiene un límite, por más laxo que pueda volverse en un contexto de emergencia mundial. Por sí solo no es suficiente.
¿Serán los jubilados los que financien la crisis con el recorte? ¿Serán las clases más postergadas con la quita de subsidios? ¿Quiénes son los que están en condiciones más favorables de contribuir? Los que más ganaron durante los últimos años.
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Esto no debe entenderse como una oposición, mucho menos violenta, entre grandes capitales y el resto de la sociedad. El planteo de esa lucha sólo conviene a unos pocos porque así se victimiza a los grandes empresarios y se hace parecer que se les está quitando algo que ganaron producto de su solitario esfuerzo. Es lo que se ha intentado instalar durante los últimos días a través de los medios hegemónicos.
En realidad, la relación entre grandes empresas y el estado es mucho más amable y simbiótica. Ambos se necesitan el uno al otro. Las grandes empresas viven del estado, es su gran cliente; muchas veces el único. Viven de las licitaciones de obra pública o de explotaciones de recursos naturales que concede el estado argentino. En general, es el mismo estado argentino el que posibilita las condiciones de inversión o crecimiento a través de la eximición de ciertos tributos. Es decir, las grandes empresas deben al estado, y por ello a la sociedad argentina, sus grandes ganancias.
Esto es algo que no debería resultar tan alarmante como se intenta hacerlo parecer, simplemente ahora es el momento de ayudar y devolver. Los países del primer mundo están discutiendo exactamente lo mismo: porque de algún lado tiene que salir la plata.