"Estamos muy cerca del 2001", tremendo editorial de Tomás Méndez
Hoy estamos más cerca del 2001 que del 2023. Hasta hace un tiempo pensábamos que eso había quedado atrás, que era imposible volver a sufrir algo como lo que nuestra sociedad sufrió a principios de este siglo. Escuchá el editorial de Tomás Méndez.
Hay que reconocerlo parece que nuestros políticos están haciendo un esfuerzo increíble por volver a tener un 2001. Lejos de la gente, metidos en sus internas, preocupados por la chicana.
Hoy no se sabe qué va a ser del oficialismo. ¿Cristina sigue en el gobierno o no? Se hizo presente durante la sesión en el Senado para abrir el debate y se dice que todavía insiste en que hay que apoyar a Alberto.
Al mismo tiempo, el ala más dura del kirchnerismo no hace otra cosa que poner en jaque la gobernabilidad de su propio gobierno. La semana pasada, los senadores del Frente de Todos compartieron un documento redactado por Oscar Parrilli en donde se denunciaba el acuerdo para pagarle al Fondo y así justificaban su voto negativo.
Mirá el video
Aunque la oposición cree que puede sacar provecho de las grietas en el oficialismo, subestima la situación. La suerte de la política no es sólo para el actual gobierno. La gente está cansada y harta de ver y sufrir las artimañas de la clase política. Hace 10 años que la pobreza no para de crecer y para eso no hay promesa ni discurso que alcance.
Juntos por el Cambio echa nafta al fuego, pero no sabe que ellos también están adentro del granero. Desde el 2001, jamás estuvimos tan cerca del “que se vayan todos” como ahora. Hay hartazgo.
Quizás la política no se esté dando cuenta porque ya no camina las calles de su pueblo. Si así lo hicieran estarían mucho más preocupados y avocados a los problemas del pueblo.
En las calles de la Capital Federal, el distrito más rico del país, se ha vuelto a ver la basura revuelta. Hay pobreza y hay hambre.
Cuando las condiciones de una economía son extraordinarias, el consumo se debe adaptar a esas circunstancias. De otra manera, nadie puede vender y nadie puede comprar.
Acá el queso se vende por fetas porque el sueldo no alcanza. Hay inflación.
El gobierno sostiene como una victoria el hecho de que el FMI no haya impuesto una reforma laboral. Pero la reforma ya es de hecho. No hizo falta ley.
El trabajo informal supera el 60%. En ese terreno al donde el Estado no llega, el mercado impone las condiciones que quiere. Y al que no le gusta, a llorar al campito. Hay desempleo y hay trabajo precarizado.
Un contexto de necesidad aguda como el que estamos atravesando favorece el abandono de la conciencia colectiva y fuerza las salidas individuales. Esto desemboca en escenarios de mucha violencia.
Acá ya se ponen porteros de chapa galvanizada porque se roban los de bronce u otro metal más costoso. Hay inseguridad y crece la delincuencia.
Todas las situaciones anteriores son particulares, pero no son hechos aislados. Son escenas cotidianas representativas del clima social que se vive: hartazgo y desconfianza en la política, pobreza y hambre, inflación, desempleo y trabajo precarizado, inseguridad y delincuencia.
Todos los ingredientes del 2001 ya están puestos. Esperemos que nuestra dirigencia política reaccione a tiempo y desactive la bomba.