Al igual que en el resto de los países del mundo, el gobierno de Estados Unidos, a pesar de las reticencias iniciales de Donald Trump, tuvo que tomar medidas para amortiguar la crisis económica.

Frente a la inicial crisis sanitaria el gobierno nacional de Estados Unidos no determinó una cuarentena ni medidas de aislamiento, pero eso no evitó que impactara grave y directamente en la economía. Las empresas comenzaron con los despidos masivos y la solicitud de seguros por desempleo alcanzó el máximo histórico.

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Luego de varias semanas desde la aparición de los primeros casos, el Congreso aprobó un paquete de medidas de 2 billones de dólares (equivalentes a 2 trillones anglosajones) destinados a reforzar el sistema de salud, financiar créditos de empresa y pagar subsidios a los más necesitados. Esto significa más de la mitad del presupuesto nacional anual del país.

Como ocurre también en nuestro país, luego de reconocer la necesaria intervención del estado, las discusiones empezaron a girar en torno a cómo y quiénes financiarían esas medidas. En el contexto de este fuerte conflicto, en un país en donde empresas multimillonarias como Disney despiden a miles de trabajadores de un día para el otro, las clases sociales más postergadas comenzaron a hacerse sentir: que a la crisis la paguen los ricos.

"Hagan que los ricos paguen por el COVID-19". Grafitis en las calles de Estados Unidos.

"Hagan que los ricos paguen por el COVID-19". Grafitis en las calles de Estados Unidos.

"Hagan que los ricos paguen por el COVID-19". Grafitis en las calles de Estados Unidos.