Justicia por mano propia: se filmó mientras mataba a un joven frente a dos policías y lo subió a las redes sociales. ¿Cómo llegamos a esta situación?
El viernes pasado por la madrugada, en la Ciudad de Córdoba, un joven de 26 años asesinó por asfixia a otro de 25 años, quien supuestamente le habría robado el celular. El hecho fue filmado por el asesino y compartido en las redes sociales. Además, dos oficiales de la Policía estuvieron presentes y lo permitieron. ¿Cómo se llega a esta situación de violencia extrema?
¿Cómo es posible llegar a estos límites de violencia? El concepto de justicia por mano propia no es nuevo; al contrario, es tan viejo como las pasiones humanas.
Sin embargo, hace ya miles de años que las sociedades buscan formas de regular, establecer y administrar Justicia por fuera de las individualidades.
No es muy difícil adivinar que, si cada uno intentase cobrarse por sí mismo las injurias causadas, rápidamente escalaríamos a una situación de violencia extrema en donde sólo prevalecería, no el más justo, sino el más fuerte.
Con el establecimiento de los modelos del Estado Moderno, hace más o menos 200 años, la administración de la Justicia quedaba en manos de las instituciones. De esta manera, todo parecía funcionar mejor porque tanto la concepción de las leyes, como su cumplimiento y el acto de juzgar quedaban fuera de la esfera del individuo.
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Esto es parece perfecto, siempre y cuando las instituciones funcionen. Y un modelo de Justicia garantizado por instituciones demanda -de manera necesaria pero no suficiente- un Estado presente.
Desde hace varias décadas el mundo asiste a un retiro del Estado y, consecuentemente, de sus instituciones.
En reemplazo de las instituciones y de sus regulaciones ingresa el liberalismo económico, lo único que avanza sin detenerse, y que pretende disfrazarse también de una doctrina ética: el paradigma del individuo.
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Nuestro país no es la excepción y estas concepciones son encarnadas, difundidas y defendidas por la derecha.
Vale la pena recordar los dichos de la ex ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, sobre la las formas de mejorar la seguridad.
“Ese es un tema de las personas… El que quiera andar armado, que ande armado”, decía desde el pico de todas las paradojas la entonces ministra de ¡Seguridad!
La idea de que la portación de armas contribuye a la seguridad es absurda. Pero en boca de un funcionario público es siniestra. Porque fundamentalmente, lo que eso significa es autorizar la administración de Justicia a un nivel individual. Decirle al individuo que puede resolver sus conflictos en un plano sin mediaciones.
Seguramente Bullrich habrá derramado lágrimas de emoción y excitación cuando contemplaba los desmanes del 6 de enero último en el Capitolio de Estados Unidos, cuando la derecha terraplanista ingresaba armada al congreso norteamericano a impedir la consagración del presidente elegido por los votos. Eso es Bullrich.
¿En qué puede terminar esto? Los conflictos resueltos entre individuos sólo terminan con la vida de uno de ellos. Ganará el que tenga más fuerza, más puntería, el más rápido. Si gana la víctima original, se habrá hecho justicia. Farwest potenciado por las redes sociales, la viralización y la inmediatez de la perversidad.
Esto es lo que ocurrió en Córdoba. Una supuesta víctima, a quien habían sustraído un celular, decide hacer justicia y matar al victimario.
Ahora bien, este tipo de hechos de justicia por mano propia, como habíamos dicho, no son nuevos. Ocurrieron siempre, en mayores o menores medidas, incluso cuando el modelo de Estado y Justicia institucional eran fuertes.
Lo preocupante, sin restar importancia a la vida perdida, son las circunstancias del asesinato: el asesino filmó y compartió el hecho en presencia de dos policías.
En efecto, que el asesino haya pensado en filmarse y compartir el hecho en sus redes sólo indica una cosa: que piensa que está bien. Es decir, el asesino cree que está haciendo lo correcto al tomar justicia por mano propia. Y además: que se propone como ejemplo y busca que los demás lo aplaudan y lo imiten. Viralización de conductas.
La mediación de la institución de la Justicia ha desaparecido.
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Paradójicamente, esto es confirmado por la presencia de dos oficiales de la Policía, una de las instituciones del Estado, que asistieron y permitieron el asesinato. Los mismos representantes de la institución de la fuerza concibieron que el asesino estaba también haciendo lo correcto.
Estas dos circunstancias ilustran el proceso de desintegración institucional y el viraje hacia la concepción individualista, impulsada por el neoliberalismo económico.
Así las cosas, deberíamos preguntarnos, ¿qué es lo verdaderamente peligroso? ¿un ladrón de celulares o la promulgación de la justicia por mano propia?