Tomás Méndez, durísimo contra el discurso de Alberto Fernández y la dirigencia política: "Ninguno está a la altura de las circunstancias"
El análisis de Tomás Méndez sobre lo que se dijo (y no se dijo) en el discurso del presidente Alberto Fernandez en la inauguración del período legislativo.
Quiero hablar a título personal. Todo lo que sigue es lo que pienso, lo que siento y lo que creo después del día de ayer.
Ayer, como todos los primeros de marzo, el presidente de la Nación Argentina estuvo presente en la apertura de las sesiones ordinarias del Congreso.
Como siempre, como todos los anteriores presidentes, leyó con mucho cuidado su discurso bien redactado. En esas palabras se intenta trazar el camino y las ideas de lo que vendrá.
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Lleno de corrección, lleno de retórica, lleno de palabras bonitas, el discurso pinta un país y una decisión política que no veo en ninguno de nuestros funcionarios y que espero con ansias desde hace mucho tiempo.
Como discurso, el de Alberto Fernández ayer fue fantástico, pero no tiene nada que ver con lo que nos pasa a los argentinos.
Entonces me pregunto qué nos queda a nosotros, los ciudadanos de a pie, después de todo lo que sucedió ayer en el salón del Honorable Congreso de la Nación. ¿Con qué nos quedamos?
Algunos periodistas se entretuvieron poniendo el eje sobre un puñado de opositores que se sintieron incómodos y se fueron del recinto. Otros hicieron primerísimo primer plano sobre el semblante de la vicepresidenta y analizaron hasta el último gesto de su cara en busca de no sé qué…
Creo que nada de eso vale la pena. Con total honestidad, no me parece que ninguno de ellos esté a la altura de las circunstancias de los que pasa en las calles del país hoy.
En cambio, me generó mucha indignación una idea que parecía muy compartida por todos los presentes. Todos estaban muy satisfechos con lo que el presidente estaba señalando como una verdadera decisión política central: hay que pagarle al Fondo Monetario Internacional.
Si hay algo que me quedó claro de ayer, es que le vamos a pagar al FMI. Y no puedo estar tranquilo con que dejemos pasar ese hecho tan livianamente. Es jodido escuchar que el presidente le va a pagar al Fondo y me parece que no terminamos de comprender qué es lo que significa.
No creo estar exagerando: de ahora en más, cada peso que se recorte del gasto público es para el Fondo; cada dólar que entre es para el Fondo. Las tarifas de los servicios van a subir porque hay que pagarle al Fondo, el Estado va a perder presencia porque hay que pagarle al Fondo.
A mí me hubiese gustado escuchar otra cosa de nuestro presidente. Y no cualquier otra cosa, tres cosas muy concretas.
Primero, quiero saber quiénes fugaron la plata. ¿Quiénes son los que aprovecharon un préstamo ilegal para fugarse las divisas? ¿Por qué no lo sabemos todavía? Siento que la dirigencia no tiene ganas de que se sepa…
Segundo, quiero responsables de la gestión del crédito. ¿Va a haber una querella? ¿Solo contra Macri o contra todos los que fueron cómplices? En este país siempre caen dos o tres, pero el resto sigue operando. Así pasó con la dictadura: se juzgaron a los actores del Ejército, pero los civiles, en su mayoría empresarios, que fueron cómplices necesarios todavía hacen negocios con total libertad en nuestro país. ¿O es que a la dirigencia política no le conviene que caigan todos los responsables?
Tercero, necesitamos saber que esto no va a volver a pasar. No es la primera vez que nos pasa, pero sí queremos que sea la última. ¿Qué garantías tenemos de que esto no va a volver a pasar? ¿Tan difícil es hacer una ley contra el endeudamiento esclavista? Me pregunto una última vez: ¿o es que hay parte de la dirigencia policía que responde a otros intereses que no son nacionales?
Pero nada de esto se tocó seriamente ayer y no pude evitar sentir mucha indignación mientras veía que algunos dirigentes se reían o festejaban un discurso en el que claramente nos estaban diciendo que vamos a seguir siendo esclavos, porque el plan es pagar hasta 2036. Hay gente que se va a morir antes.
Los políticos están cada vez más lejos de todo y cada vez más cerca entre ellos. Se empiezan a parecer mucho entre sí, empiezan a ser lo mismo.