El coronavirus se adueñó de la principal cárcel de Corrientes: 23 contagiados en un pabellón
Abandono, hacinamiento, una cárcel añosa y desbordada. Se desató un brote de coronavirus en el Penal N°1 de Corrientes, afectando a personas que no tienen capacidad material para prevenir los contagios ni para recibir tratamiento médico. Al menos 23 internos dieron positivos, pero serían muchos más. Hay al menos dos enfermos de gravedad, uno de ellos es un hombre de 85 años. A todos los contagiados los “depositaron” en un taller de carpintería dentro de la cárcel, donde nadie ingresa y se deben administrar ellos mismos los cuidados.
No era un capricho. No era una maniobra para liberar presos. La alerta que desde todos los organismos supraestatales se ha venido dando en relación a las cárceles y el riesgo de contagio de Covid19 fue totalmente desnaturalizada en Argentina por los medios hegemónicos y por los oportunistas de la política, y eso impidió que se tomaran medidas urgentes e indispensables para que la pandemia no escalara entre los sectores más vulnerables. Ahora ya parece ser tarde.
Algo de esto es lo que viene sucediendo en la principal cárcel de Corrientes, la Unidad Penal 1 de la capital provincial, donde se alojan 677 internos en un lugar pensado para 470.
En el pabellón 11 de esa unidad penal, habitado por 90 internos, el virus ha encontrado el territorio ideal para su transmisión, y ya lleva contagiadas al menos 23 personas. Pero se estima que son muchos más.
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Para intentar evitar un desborde, esos 23 presos Covid positivo fueron llevados a un precario taller de carpintería, dentro de la misma cárcel, sin ningún tipo de medida de prevención ni sanitaria. Una especie de leprosario, no para proteger a los enfermos, sino para evitar que contagien a otros. Las imágenes del lugar son elocuentes: paredes derruídas, humedades, colchones debajo de las mesas de trabajo, mugres y abandono.
El salón de carpintería donde se encuentran aislados los presos que fueron diagnosticados positivo.
El salón de carpintería donde se encuentran aislados los presos que fueron diagnosticados positivo.
El dato sobre el aislamiento de los internos dentro de un taller de carpintería fue aportado por Jorge Izeta, integrante del Mecanismo de Prevención Contra la Tortura de Corrientes, al ser consultado por ADN.
“Están alojados en un taller adonde no ingresa absolutamente nadie”, completó Hilda Pressman, integrante de la Red de DDHH de esa provincia. “Ellos mismos se toman la fiebre, se administran el paracetamol y se aplican los cuidados”, señaló a ADN, aclarando que “una vez por día ingresa un enfermero para verificar la situación”.
Desde el primer hisopado a los pobladores del golpeado pabellón 11, algo que sucedió hace 25 días, las autoridades sanitarias no han vuelto a testear a nadie más dentro del penal. Sin embargo, hace algunos días, varios de los internos que habían resultado negativos y que no estaban aislados comenzaron a manifestar síntomas. Entre ellos se encontraba un adulto mayor de 85 años, quien por la gravedad de su estado se encuentra actualmente en la terapia intensiva de un hospital, con respirador y con su vida corriendo serio riesgo. Además hay otros dos internos hospitalizados.
Por esta razón, se sospecha que el número de casos de contagio podría ser bastante mayor. Pero los números no se conocen, porque no se volvieron a hacer hisopados. Quizás obedezca a que el gobierno del radical Gustavo Valdez no quiera que quede tan expuesta la forma en que se manejó esta crisis.
A su suerte
Mientras tanto, los internos denuncian abandono por parte de las autoridades del penal. De acuerdo a lo que señalaba Pressman, las guardias han sido reducidas a un mínimo y el personal del Servicio Penitenciario cumple ciclos laborales de siete jornadas durante las cuales permanecen y pernoctan dentro de la cárcel. Luego se retiran a realizar un aislamiento de 7 días mientras los reemplaza otra compañía. Esto, naturalmente, ha reducido de un modo marcado la cantidad de personal disponible. “Casi que no hay celadores, sólo algunos empleados que van con las llaves, abren o cierran los pabellones, y nada más”, destacó la especialista.
En ese mismo orden, todo el personal técnico, incluyendo psicólogos, trabajadores sociales, educadores, administrativos, dejaron de ingresar al establecimiento y cumplen sus funciones en la jefatura, con lo cual la cárcel está en cierto modo bajo abandono.
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Con ellos, los presos, tanto sanos como enfermos, parecen librados a su suerte. “Un compañero pasa siempre con un termómetro para tomarnos la temperatura y una botella con vinagre para probar el olfato y el gusto”, relató con crudeza Fabián Caneman, interno del pabellón N°11, en diálogo telefónico con este sitio, aprovechando la habilitación que concedió el gobierno de Corrientes para que los internos puedan usar celulares durante la pandemia.
Así está "protegido" el ingreso a salón de carpintería donde se encuentran los contagiados.
Así está "protegido" el ingreso a salón de carpintería donde se encuentran los contagiados.
La situación de la reducción del personal del Servicio Penitenciario, sumada a la sobrepoblación carcelaria ha obligado a los internos a tener que asumir parte de las tareas de gestión de la cárcel. De acuerdo a Pressman, también ellos mismos se encargan de la administración de los alimentos que son provistos de modo externo por una empresa privada.
El virus entró con una represión
Si al escenario penitenciario correntino le faltaba algún condimento, ése es sin dudas la manera en que el virus ingresó al establecimiento.
Para eso hay que retrotraerse hasta mediados de abril, cuando un empleado penitenciario fue diagnosticado positivo, sin que se supiera dónde había sido afectado por el virus. Inmediatamente se ordenó el aislamiento y cuarentena de todo el personal que había cubierto guardias junto a él.
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Sin embargo, el 21 de abril, plegándose a reclamos en cárceles de todos el país, los presos correntinos protagonizaron un levantamiento (en el que falleció un preso de 22 años), que fue rápidamente reprimido por las fuerzas de seguridad. Pero para ello, en una insólita decisión, se convocó de urgencia al personal que estaba cumpliendo cuarentena. Y allí se dio el quiebre de la medida de seguridad, permitiendo que el virus ingresara.
Teniendo en cuenta que las visitas a los internos fueron prohibidas incluso antes que el decreto del aislamiento preventivo social y obligatorio, es casi una certeza de que fue este episodio el que luego desencadenaría el brote entre los presos. Y de hecho a los pocos días se detectaron los primeros casos en el pabellón 11, de donde se aislaron esos primeros 23 presos.
Hoy el virus ya parece incontrolable, hay internos peleando por su vida, y no puede determinarse cuánto avanzó ni cómo se logrará detenerlo.